Esta es la lectura que hemos leído esta mañana. Recordad que, en clase, escribiremos un 4º final de vuestra propia creación. Podéis ir pensando cómo lo vamos a hacer.
El tamborilero mágico
Érase una vez un tamborilero que volvía de la guerra. Era
pobre, sólo tenía el tambor,
pero a pesar de ello estaba contento porque volvía a casa
después de tantos años. Se le oía
tocar desde lejos: barabán, barabán, barabán...
Andando y andando encontró a una viejecita.
—Buen soldadito, ¿me das una moneda?
—Abuelita, si tuviese, te daría dos, incluso una docena.
Pero no tengo.
—¿Estás seguro?
—He rebuscado en los bolsillos durante toda la mañana y no
he encontrado nada.
—Mira otra vez, mira bien.
—¿En los bolsillos? Miraré para darte gusto. Pero estoy
seguro de que... ¡Vaya! ¿Qué es
esto?
—Una moneda. ¿Has visto cómo tenías?
—Te juro que no lo sabía. ¡Qué maravilla! Toma, te la doy de
buena gana porque debes
necesitarla más que yo.
—Gracias, soldadito —dijo la viejecita—, y yo te daré algo a
cambio.
—¿En serio? Pero no quiero nada.
—Sí, quiero darte un pequeño encantamiento. Será éste:
siempre que tu tambor redoble
todos tendrán que bailar.
—Gracias, abuelita. Es un encantamiento verdaderamente
maravilloso.
—Espera, no he terminado: todos bailarán y no podrán pararse
si tu no dejas de tocar.
—¡Magnífico! Aún no sé lo que haré con este encantamiento
pero me parece qué me será
útil.
—Te será utilísimo.
—Adiós, soldadito.
—Adiós, abuelita.
Y el soldadito reemprendió el camino para regresar a casa.
Andando y andando... De
repente salieron tres bandidos del bosque.
—¡La bolsa o la vida!
—¡Por amor de Dios! ¡Adelante! Tomen la bolsa. ¡Pero les
advierto que está vacía!
—¡Manos arriba o eres hombre muerto!
—Obedezco, obedezco, señores bandidos.
—¿Dónde tienes el dinero?
—Lo que es por mí, lo tendría hasta en el sombrero.
Los bandidos miran en el sombrero: no hay nada.
—Por mí lo tendría hasta en la oreja.
Miran en la oreja: nada de nada.
—Os digo que lo tendría incluso en la punta de la nariz, si
tuviera.
Los bandidos miran, buscan, hurgan. Naturalmente no
encuentran ni siquiera una moneda.
—Eres un desarrapado —dice el jefe de los bandidos—.
Paciencia. Nos llevaremos el
tambor para tocar un poco.
—Tomadlo —suspira el soldadito—; siento separarme de él
porque me ha hecho
compañía durante muchos años. Pero si realmente lo
queréis...
—Lo queremos.
—¿Me dejaréis tocar un poquito antes de llevároslo? Así os
enseño cómo se hace ¿eh?
—Pues claro, toca un poco.
—Eso, eso —dijo el tamborilero—, yo toco y vosotros
(barabán, barabán, barabán) ¡y
vosotros bailáis!
Y había que verlos bailar a esos tres tipejos. Parecían tres
osos de feria.
Al principio se divertían, reían y bromeaban.
—¡Animo, tamborilero! ¡Dale al vals!
—¡Ahora la polka, tamborilero!
—¡Adelante con la mazurka!
Al cabo de un rato empiezan a resoplar. Intentan pararse y
no lo consiguen. Están
cansados, sofocados, les da vueltas la cabeza, pero el
encantamiento del tambor les obliga a
bailar,
bailar, bailar...
—¡Socorro!
—¡Bailad!
—¡Piedad!
—¡Bailad!
—¡Misericordia!
—¡Bailad,
bailad!
—¡Basta, basta!
—¿Puedo quedarme el tambor?
—Quédatelo... No queremos saber nada de brujerías...
—¿Me dejaréis en paz?
—Todo lo que quieras, basta con que dejes de tocar.
Pero el tamborilero, prudentemente, sólo paró cuando los vio
derrumbarse en el suelo sin
fuerzas y sin aliento.
—¡Eso es, así no podréis perseguirme!
Y él, a escape. De vez en cuando, por precaución, daba algún
golpecillo al tambor. Y
enseguida se ponían a bailar las liebres en sus madrigueras,
las ardillas sobre las ramas, las
lechuzas en los nidos, obligadas a despertarse en pleno
día...
Y siempre adelante, el buen tamborilero caminaba y corría,
para llegar a su casa...
PRIMER FINAL
Andando y andando el tamborilero empieza a pensar: «Este
hechizo hará mi fortuna. En
el fondo he sido estúpido con aquellos bandidos. Podía haber
hecho que me entregaran su
dinero. Casi casi, vuelvo a buscarlos...»
Y ya daba la vuelta para volver sobre sus pasos cuando vio
aparecer una diligencia al
final del sendero.
—He ahí algo que me viene bien.
Los caballos, al trotar, hacían tintinear los cascabeles. El
cochero, en el pescante, silbaba
alegremente una canción. Junto a él iba sentado un policía
armado.
—Salud, tamborilero, ¿quieres subir?
—No, estoy bien aquí.
—Entonces apártate del camino porque tenemos que pasar.
—Un momento. Echad primero un bailecito.
Barabán, barabán... El tambor empieza a redoblar. Los
caballos se ponen a bailar. El
cochero se tira de un salto y se lanza a menear las piernas.
Baila el policía, dejando caer el
fusil. Bailan los pasajeros.
Hay que aclarar que aquella diligencia transportaba el oro
de un banco. Tres cajas repletas
de oro. Serían unos trescientos kilos. El tamborilero,
mientras seguía tocando el tambor con
una mano, con la otra hace caer las cajas en el sendero y
las empuja tras un arbusto con los
pies.
—¡Bailad! ¡Bailad!
—¡Basta ya! ¡No podemos más!
—Entonces marchaos a toda velocidad, y sin mirar hacia atrás...
La diligencia vuelve a ponerse en camino sin su preciosa
carga. Y hete aquí al
tamborilero millonario... Ahora puede construirse un chalet,
vivir de las rentas, casarse con la
hija de un comendador. Y cuando necesite dinero, no tiene
que ir al banco: le basta su tambor.
SEGUNDO FINAL
Andando y andando, el tamborilero ve a un cazador a punto de
disparar a un tordo.
Barabán, barabán... el cazador deja caer la carabina y
empieza a bailar. El tordo escapa.
—¡Desgraciado! ¡Me las pagarás!
—Mientras tanto, baila. Y si quieres hacerme caso, no
vuelvas a disparar a los pajaritos.
Andando y andando, ve a un campesino que golpea a su burro..
—¡Baila!
—¡Socorro!
—¡Baila! Solamente dejaré de tocar si me juras que nunca
volverás a pegar a tu burro.
—¡Lo juro!
Andando y andando, el generoso soldadito echa mano de su
tambor siempre que se trata
de impedir un acto de prepotencia, una injusticia, un abuso.
Y encuentra tantas arbitrariedades
que nunca consigue llegar a casa. Pero de todas formas está
contento y piensa: «Mi casa estará
donde pueda hacer el bien con mi tambor».
TERCER FINAL
Andando y andando... Mientras anda, el tamborilero piensa:
extraño encantamiento y
extraño tambor. Me gustaría mucho saber cómo funciona el
encantamiento.
Mira los palillos, los vuelve por todos lados: parecen dos
palitos de madera normales.
—¡A lo mejor el secreto está dentro, bajo la piel del
tambor!
El soldadito hace un agujerito en la piel con el cuchillo.
—Echaré un vistazo —dice. Dentro no hay nada de nada.
—Paciencia, me conformaré con el tambor como es.
Y reemprende su camino, batiendo alegremente los palillos.
Pero ahora ya no bailan al
son del tambor las liebres, las ardillas ni los pájaros en
las ramas. Las lechuzas no se
despiertan.
—Barabán, barabán...
El sonido parece el mismo, pero el hechizo ya no funciona.
¿Vais a creerlo? El tamborilero está más contento así.
9 comentarios:
SOY MARIO:) (primer comentario.)
Hola, Mario
Esta chula la lectura
ESTOY PENSANDO EL 4 FINAL PARA MAÑANA
Hola de nuevo.
LA PELICULA
HOLA ME HE LEIDO LA LCTURA 3 PORQUE ME ENCANTA ,SALUDOS ,HE HECHO LOS EJERCICIOS MANOLO O PARA QUE SUENE MEJOR DON MANOLO ,BUENO UN BESITO CHAITOOOOO
listo
Gracias por poner aquí el cuento así mañana será más fácil
me gusto mucho el cuento del tambolirero creo que se escribe asi... se escibe asi que alguien me lo diga
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